EL ESTRÉS

“Estoy estresado”, “no aguanto más este ritmo”… son expresiones muy habituales hoy en día. El estrés está de moda (aunque siempre existió), pero como muchos otros conceptos puede resultar equívoco.

El estrés es una respuesta emocional, es decir, es una reacción de las personas ante determinadas circunstancias. En sí mismo no es negativo, sino necesario. Lo negativo es su inadecuada acumulación.

Se suele creer que las emociones en general y el estrés en particular son algo perturbador del comportamiento. Sin embargo, un cierto nivel emocional es imprescindible para vivir adecuadamente, ya que facilita el rendimiento y la motivación haciéndonos más eficaces. Sin un cierto nivel de estrés no haríamos nada, no nos importaría nada, no nos esforzaríamos por nada.

Estar muy relajado no es algo deseable en sí mismo. De este modo no podríamos por ejemplo, conducir (nos dormiríamos, nos despistaríamos…), o no podríamos estudiar, mantener una reunión, trabajar, etc., porque cada una de estas tareas, como todas las demás requiere un grado de activación emocional, por debajo del cual no somos eficaces.

Pero si las emociones son excesivas también se verá alterado nuestro rendimiento en cualquier tarea. Si estamos muy nerviosos o activados podremos cometer más errores al conducir, no nos concentraremos al estudiar o perderemos los papeles en una reunión, en el trabajo, etc.

Entonces para cada tarea existe un nivel óptimo de activación emocional, un cierto nivel de estrés, por debajo del cual no podremos rendir adecuadamente, y por encima del cual o por exceso tampoco rendiremos o nos bloquearemos. Además si estos niveles de activación excesiva se mantienen durante un largo tiempo, influirá en el desarrollo de diferentes trastornos.

Esa activación, el estrés, es una respuesta a una situación potencialmente peligrosa, e implica cambios en muchas partes del organismo (sistema nervioso, sistema hormonal, sistema inmunológico, sistema respiratorio, sistema gastrointestinal, sistema cardiovascular, sistema muscular), permitiendo que se prepare para la respuesta más adecuada (la huida, el ataque o el afrontamiento). Por lo tanto, si esta respuesta se mantiene en el tiempo más allá de lo necesario, pueden darse una serie de alteraciones en esos sistemas.

Por todo ello, más que vencer el estrés, debemos intentar aprender a mantenerlo en un nivel tolerable.

A lo largo de la vida nos vamos enfrentando a diferentes situaciones que trastocan nuestros planes y nos obligan a un esfuerzo de readaptación a las nuevas circunstancias, pudiendo ser causantes de estrés excesivo. Por ejemplo podemos destacar las siguientes:

-LA ENFERMEDAD. Tanto por el riesgo que tiene como por los cambios que nos obliga a realizar en la vida cotidiana.
-LAS CRISIS LABORALES. Pérdida de empleo, cambios…
-LAS RELACIONES CONFLICTIVAS. Tanto profesionales como personales.
-LA MUERTE de algún ser próximo. Etc.

También las diferentes etapas evolutivas por las que todos pasamos implican importantes cambios, con el consecuente esfuerzo adaptativo, por ejemplo:

-LA NIÑEZ Y ADOLESCENCIA: etapas en las que continuamente se está sujeto a cambios. En la adolescencia además hay una eclosión hormonal y un importante cambio en el papel que se juega tanto en la familia como en la sociedad.
-LA MADUREZ: con el acceso al trabajo y a otras responsabilidades.
-EL MATRIMONIO: que representa un gran cambio en la organización vital, la ruptura con una serie de hábitos y la implantación de otros nuevos.
-LA PATERNIDAD: con sus nuevas responsabilidades y más cambios.
-EL NIDO VACIO: que puede vivirse como una pérdida.
-LA JUBILACIÓN. Etc.

Y también son importantes las variables de personalidad, que son las que orientan, condicionan o matizan al resto, como por ejemplo: las creencias, las ideas, las emociones, los hábitos, etc.

Con el estrés se ven afectados los siguientes sistemas del organismo:

-EL SISTEMA NERVIOSO: que se activa al máximo para detectar los riesgos y reaccionar con rapidez.
-EL SISTEMA HORMONAL: que debe producir las sustancias que posibiliten una mayor y más rápida movilidad.
-EL SISTEMA INMUNE: que se deprime para ahorrar energía, ya que no es imprescindible en ese momento.
-EL SISTEMA GASTROINTESTINAL: que igualmente minimiza su funcionamiento para ahorrar energía.
-EL SISTEMA CARDIOVASCULAR: que incrementa la frecuencia cardiaca a fin de que se distribuya el oxígeno por todo el organismo.

Entonces, si esta respuesta global se mantiene en el tiempo más allá de lo necesario, pueden darse toda una serie de alteraciones en esos sistemas. Algunas consecuencias de esa tensión disfuncional pueden ser: hipertensión arterial, adicciones, depresión, ansiedad e irritabilidad, obesidad o pérdida de peso, problemas gastrointestinales, trastornos del sueño, problemas cardiovasculares, inmunodepresión…

1 comentario:

Christian pastor dijo...

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