Imaginaros si es importante, que un niño puede vivir este “abandono materno” incluso por captar de manera emocional un rechazo antes del nacimiento. Hace años este problema de tener un hijo no deseado, se creía que podía superarse con motivaciones ideológicas que permitían un período de acomodación y ajuste al hijo no – deseado. Pero ahora se sabe que esto ya no es “así”; el RECHAZO PRENATAL es una fuente de actitudes de “abandono” que influirán en la personalidad del niño. La experiencia clínica (cuando la gente va a consulta) demuestra que el hijo no-deseado o no-aceptado rumia una especie de culpabilidad por saber que ha nacido sin ser deseado y a muchas de estas personas, el superar este conflicto, les lleva años de psicoterapia.
En el lactante este sentimiento de abandono puede vivirse por no ser alimentado por la madre (lactancia materna). Esto sucede porque el niño se separa de la madre antes de que llegue a sentirla como algo distinto-a-sí-mismo. La percepción de la madre como figura distinta-a-sí-mismo, ocurre entre los 4 y 8 meses, por lo que cualquier interrupción de la relación madre hijo-antes de ese periodo, tendrá repercusiones.
Algunos estudios demuestran que los niños que cambian de “ama de cría” después de los 6 meses, tienen mejores reacciones a las situaciones de comunicación con los demás y a la adaptación cuando aparecen frustraciones en el juego… Cuanto más temprano (en los primeros meses de vida) se interrumpa esta relación, peor será.
Otros estudios han relacionado la influencia de una alimentación al pecho y una alimentación artificial con la aparición precoz del asma y de algunos tipos de ezcemas.
En estudios con niños prematuros de entre 2 y 23 días, que por eso no pueden tener un contacto físico con la madre, por tener que estar en la incubadora, se ve que el resultado inmediato del abandono es una conducta que se caracteriza por:
Aquí vemos la necesidad del contacto cutáneo.
Otro tipo de semicadencia puede sentirla el niño al incorporarlo precozmente a una institución de cuidados o pedagógica. Este caso es de los que más preocupa desde la psicología por ser cada vez más común.
Las conclusiones de uno de estos estudios son:
-El ritmo de sueño es adecuado en la guardería, pero alterado en casa.
-También se perturba en casa el ritmo de alimentación /hambre, con rechazos a alimentos que no aparecen en la guardería.
-La adaptación a situaciones nuevas es menor y más frustrante
-Aparecen rasgos de pasividad, escasa iniciativa, dependencia del observador (ya que esperan de él palabras o gestos de ánimo antes de empezar algo nuevo)…
-La reacción ante los nuevos juguetes es de mayor indiferencia, lento acercamiento, agarre y manipulación monótono, etc.
-La psicomotricidad aparece más retrasada. Etc.
Encontrar soluciones para esto no es nada fácil. Muchas veces se busca solución intentando compensar esta separación en las horas de contacto. Sin embargo, la hiperprotección que muchas madres crean al intentar compensar estas separaciones, provoca una reacción ansiosa y asume un valor de estrés sensorial.
Otro tipo de carencia, se crea con lo que se llama “maternaje inadecuado”, con la repercusión de la aparición de depresiones o equivalentes depresivos. Con la relación inadecuada en los primeros momentos de vida del niño por no dar el amor que es necesario en ese momento, porque la relación objetal madre-hijo no es la adecuada (la relación objetal es la que se produce no con el sujeto real, sino con lo que este representa para nosotros), nos arriesgamos a la aparición de respuestas afectivas de tipo depresivo en el niño como fobias, obsesiones, inhibiciones, estados maníacos, alteraciones del sueño y de la alimentación, inestabilidad, aburrimiento…